En 1990 marcó una nueva etapa en el cine iraní. Occidente descubrió con sorpresa, en los festivales, otra imagen de Irán. Su cine habla de cosas sencillas: la amistad, la tolerancia, la solidaridad. Y así se inició el periodo de las distinciones y los honores. “Antes Irán explotaba petróleo, alfombras y pistachos. Ahora hay que añadir películas. Irán exporta su cultura, y eso es bueno”, declaró Kiarostami, que en 1997 obtuvo la Palma de Oro en Cannes por El sabor de la cereza. En 2000, una vez más en Cannes, el cine iraní fue galardonado con tres recompensas: una otorgada a la hija de Majmalbaf, Samira, de 20 años, la laureada más joven de la historia de ese festival por La Pizarra y la Cámara de Oro a Bahman Ghobadi por La Estación para la embriaguez de los caballos, y a Hassan Yektapanah por Djomeh. En este mismo año, Jafar Panahi (agraciado ya con la Cámara de Oro, en Cannes 1995, El globo blanco), ganó el León de Oro en el Festival de Venecia 2000 por El Circulo.
En Irán existe hoy una auténtica cantera. En distintos festivales y ciclos de cine en distintas partes del mundo ya son muy conocidos artistas como Kiarostami, Majmalbaf, Jalili, Mehrjui, Beyzai, Forozesh, Ghobadi, Naderi, Panahi y no faltan nombres femeninos como Rajshan Banni-Etemad, Tahminé Milani, Pooran Darakhsahndeh. Irán con la prudocción de casi 100 pelicuás anualmente es uno de los grandes en el mundo.
Jafar Panahi
El cine de Jafar Panahi ha sido descrito a menudo como neorrealismo iraní. Poco importa cómo se clasifique su poderoso trabajo, pero el contenido profundamente humanista de sus películas es innegable. Es un cine urbano, contemporáneo, donde abundan los detalles de la vida.
El Festival de Venecia le otorgó el León de Oro en 2000 por El círculo, un drama acerca del dilema al que se enfrenta la mujer moderna en Irán. Ganadora del Premio Película del Año de FIPRESCI, fue escogida entre las diez mejores del mundo por la crítica internacional.